
Me senté tranquilamente con una copa de cerveza, puse unos de estos buscadores de mapas sobre relieve (hasta me dan el tráfico en tiempo real, por cierto si van a Chinatown en estos momentos desde Brooklyn, no cojan el túnel ni el puente de Brooklyn y hagan el desvío por el puente de Manhattan... si andáis con tiempo iros hasta el puente de Williamsburg (Guillermo el Burgués...) que hay menos atascos)... en fin.
Que me apetecía. Me di una vuelta por las afueras de Central Park, miré los modelos de coches que se ven por las calles, como va vestida la gente, si los autobuses van llenos o vacíos, si llevan muchas bolsas de compras en las manos (no es un indicador porque pueden ser rellenas), y multitud de cosas más. Pero... me faltó algo. El olor a New York. No lo conozco, nunca estuve allí. He vivido en grandes ciudades y he estado en muchas de ellas, unas cuantas digamos, y tal vez pudiera hacerme una idea si buceara en algún buscador, pero.... este pero es mucho pero. El olor...
Y también el tacto. Recuerdo pasar la mano por el Coliseo romano o tocar con ganas una viga de la Torre Eiffel, y eso es la hostia porque sí...
En fin, que el cerebro necesitaba un respiro, darse una vuelta, no pensar tanto en tantas cosas que le dan de por sí a pensar a mi cerebro y a los vuestros supongo, tal vez divagar sobre la existencia, cómo somos, qué hacemos, cómo lo ven los demás al mundo desde las distintas profesiones y existencias que lleva cada uno. Digamos que pensé, pero sólo un poquito... necesito vacaciones.
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