
Pero a esto no iba la reflexión, sino primero, a la sensación de dejadez que tenía en mí porque creía que no podría ponerme a estudiar de nuevo. Que ya había perdido mucha práctica, que no cogería el ritmo. Al principio cuesta un poco, pero al final me he sorprendido de lo malpensado que me tenía. Retengo bien los temas, el aire que se respira en la Uni, la ilusión que nos contagiamos todos los que allí vamos de que aprobaremos todas las asignaturas, lo rápido que te vuelves a interesar por lo temas y como cambia la cabeza en tan poco tiempo. Tardes de darle vueltas a la cabeza buscando algo, sin sentido muchas veces, ahora han sido cambiadas, de a poco claro está, por interés por las asignaturas, recordar lo aprendido, consultar los libros porque hay cosas que no quedan claras. En definitiva, vidilla positiva y sana para la cabeza y para la formación personal.
Tenía también pegada en mí aquella frase pronunciada de forma similar por Mark Twain y por Jorge Luis Borges, que decía a grosso modo, que ellos habían interrumpido su educación para ir a estudiar. Tal vez en ellos fue así, y quizás con una vuelta de tuerca, así lo fue también en mí cuando fue por obligación. Pero muy distinto es cuando te acercas a un centro educativo con una idea clara, con buenas intenciones y con ganas de aprender algo que te llama la atención en la vida. Y así, sí que da gusto.
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