Vuelta de vacaciones

Hay días que son malos, como ya he comentado en otro artículo acerca de los lunes y los viernes, pero el día que hay que volver a trabajar después de las vacaciones es horrible. Nos cuesta entrar en ritmo, hay miles de cuestiones que se han acumulado, por más que el período de ausencia sea tan solo de una semana, y todo nos parece desemedidamente sin sentido. Hoy me ha tocado a mí volver de una semana de andar por ahí, perdido en actividades lúdicas y la verdad es que se me está haciendo interminable el primer día. Suena el teléfono y te hacen preguntas acerca de temas que no tienes ni remota idea de qué te están hablando ¿Cómo pueden pasar tantas cosas en una semana mientras no estamos en un sitio?

Además todos te preguntan qué tal te ha ido, cómo lo has pasado al mismo tiempo que miras el lugar en el que vas a estar encerrado un buen tiempo hasta que vuelvan las vacaciones. Porque al fin y al cabo eso es el trabajo, el período que va de unas vacaciones a otras. Además siempre están los típico comentarios de los compañeros de trabajo que te dicen "si te la pasas tan bien no trabajando ¿por qué no renuncias?". Algo descabellado por donde se mire. O frases como "lo que pasa es que no nos quieres nada y por eso no extrañaste el trabajo".

Es inevitable volver al trabajo y tampoco se puede negar el sentimiento de la noche anterior. Pero la cuestión es que hay que trabajar para subsistir. Nosotros nos quejamos, pero los cavernícolas lo tenían peor... no podían dejar de cazar durante siete días por ejemplo porque se morirían de hambre. En eso hemos avanzado y no habría que quejarse tanto, pero me es imposible con esta sensación que tengo en el cuerpo de que quiero vivir permanentemente de vacaciones. Hace años un profesor de una universidad de Cataluña había propuesto un sueldo universal por el solo hecho de existir. Es decír una paga mínima, que permitiera cubrir necesidades básicas de subsistencia y el que quisiera ganar más, pues que trabajara. El estudio que leí por encima demostraba que en los países del primer mundo era factible llevarlo a cabo, pero no para toda la población. Se basaba en que gran parte del trabajo hoy en día lo realizan máquinas y esa gente que ha quedado desplazada por un artilugio mecánico, podría recibir el sueldo por el trabajo que realiza la máquina una vez amortizada la compra de esta. No es tan descabellado y yo sueño pensando que un día los artículos periodísticos los escriba un programa informático y una vez amortizada su compra, pues el sueldo correspondiente me lo dieran a mí, mientras disfruto en mi casa escribiendo novelas y bajando al bar a desayunar tranquilamente, paseando por las tardes, saliendo con los amigos, llendo a la piscina a nadar y escribiendo en este blog. Como cuando estamos de vacaciones... así no tendríamos que sufrir las penurias del primer día de trabajo después de un buen descanso.