lunes, 25 de febrero de 2008

Negociar con los padres

Cuando negociamos con los padres muchas veces nos parece que es más fácil que cuando lo hacemos con extraños. Sobre todo por eso de que podemos tocar puntos débiles que sólo nosotros conocemos. Pero craso error. Los padres también conocen nuestros puntos débiles y no solo eso, sino que también tienen autoridad sobre nosotros, así que al final, negociar con ellos suele ser más complicado que hacerlo con Bill Gates para entrar en la competencia de nuevo software.
Los hijos siempre tenemos propuestas para hacer a nuestros padres, pero ellos, y no sé bien a raíz de qué costumbre o a cuándo se remonta, piden siempre algo a cambio. Quiero salir el fin de semana a bailar y necesito dinero. Vale, me lavas el coche y después limpias las ventanas. Quiero ir de vacaciones a la costa. Vale, todas las notas perfectas y los fines de semana a ayudar en casa. Además pareciera que a los padres les surge automáticamente eso de algo a cambio, y a veces sin pensar. Quiero irme de casa. Vale, pero antes limpias tu cuarto...
Los padres tienen además más experiencia negociando que los hijos, ya que ellos fueron hijos antes. Yo probé un tiempo, y para tocar un punto débil, preguntarle a mis padres como negociaban algo ellos con los suyos, para después pedirles una guitarra eléctrica (Vale, pero a cambio cambias todas las tejas del techo). El tocar ese punto débil al final fue contraproducente. Primero me contaron que las relaciones antes con los padres eran distintas y que ni se les ocurría pedir algo porque corrían el riesgo de ser castigados. Yo siempre imaginé a los abuelos en general como que tenían dos caras. Por un lado la parte tierna que tienen con los nietos y por otro el legado que ellos también a su vez recibieron de sus padres. Esos tiempos donde todo era muy difícil y complicado en la relación padre - hijo. Yo me imaginaba a mi abuelo diciendo a mi padre "¿un juego de mesa? Veinte abdominales y a limpiar el corral de los cerdos". Vamos, que ni por asomo se les ocurría pedir algo por segunda vez por más que fuera ir al baño.
Pero yo con lo que me quedo de todo esto es con las habilidades negociadoras que uno adquiere. Sobre todo pelear contra algo tan abstracto como el "porque no". Puedo ir a cenar con mis amigos. No. Por qué no, papá. Porque no. Y punto. Sin explicaciones ni nada, cómo se rebate un porque no. Eso desarrolla a futuro habilidades que después se utilizan en la sociedad y en los trabajos. Yo a los porque no siempre los he enfrentado con "sino me realizó como joven de grande puedo ser un psicópata que mate gente y será tu culpa". Y mi padre muy cortes siempre respondía, mejor así te mantienen en la cárcel y yo me libro de tu manutención. Cosas del cariño entre padres e hijos...