Para los españoles no suele ser muy raro viajar a Marruecos. Más que nada porque culturalmente son países cercanos, hubo 800 años de invasión y porque por cuestiones de cercanía fluye información de como es la sociedad marroquí. Lo mismo pasa con los argentinos que viajar por ejemplo a Perú. No es un cambio cultural radical, porque por cuestiones de cercanía estamos informados más o menos de como se vive allí y de como son sus costumbres. Pero si el salto es gigante cuando un español viaja a Perú o un argentino lo hace a Marruecos. En mi caso, pisar Marrakech fue como viajar directamente o otro planeta. Recuerdo como nada más comenzar mis andaduras por esa ciudad, en menos de ochos calles terminamos fumando hachís con unos chavales y quedé más cerca de Jupiter que de la Tierra. Acto seguido decidimos ir al zoco, esa gran plaza donde se vende de todo y nada más entrar un tío con una cobra me perseguía para que me sacara una foto con el reptil ¡Yo que odio las víboras!Después el cambio de idioma, que al final no es tanto porque la mayoría en sus ansias de escapar de allí aprende desde joven el español. Pero si que no es algo común que te hablen en castellano. Lo de fumar hachís es algo cultural para ellos y pude ver como al fondo de los bares los abuelos se sentaban en ronda a fumar esta droga como si se juntaran los abuelos argentinos a tomar mate o los españoles a compartir un vino y jugar unas cartas. De los abuelos otra cosa que me llamó la atención fue que los hombres iban de la mano en señal de ser muy buenos amigos. En otras partes del mundo se les vería como gays, pero allí es señal de amistad. Era algo bonito de ver.
La pena es que al ser un país que no cuenta con muchos recursos, o están mal distribuidos, pues la parte cultural y de palacios se ha perdido. Uno iba con toda la ilusión a ver un palacio de sultanes y resulta que lo que se encuentra es vestigios de lo que fue un gran palacio. Hay otros que en cambio si se conservan, pero ya no son para grandes sultanes, están más bien comprados por occidentales acaudalados que los han convertido en feudos privados y poco se puede ver. La pobreza también está presente si te sales del recorrido turístico habitual y te internas en barrios de las afueras de la ciudad. Pero contra todo pronóstico que nos hacían, ni el más mínimo indicio de violencia o de intento de robo, ni nada de eso. Las miradas eran profundas como pensando o inquieriendo en que nos habíamos perdido y no debíamos estar allí, pero más allá de eso, una paz total.
También están muy bien sus paisajes urbanos, aunque la sequía por falta de agua es notable. Como notable es su gastronomía. Son riquísimos sus dulces y también la manera en que preparan la carne aunque a veces son demasiado especiadas. El precio es más que económico y por dos euros comen dos personas, algo de legumbres y un poco de pescado, en un sitios, eso sí, que los clausuraría en persona el presidente de la Organización Mundial de la Salud. Si vas a sitios más caros pues encuentras la comodidad y la limpieza correcta, pero bueno también hay que ser aventurero y vivir un poco como ellos y probar de todo.
Volvería a Marruecos, pero para disfrutar de otros sitios, tal vez conocer las ciudades costeras. Por cierto, lo de que no existe el alcohol es mentira. Yo mismo compré en tiendas destinadas a tal fin y bebí en el hotel sin ningún problema, tanto cerveza como vino. Eso sí a precios europeos.
Marruecos ¿buen sitio para viajar? Yo diría que sí...
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