viernes, 22 de febrero de 2008

Historias de guitarras

Estaba tocando la guitarra en un parque. Creo que punteaba algo de blues y de vez en cuando para cambiar el ritmo pegaba unos acordes rockeros. Bebía cerveza directamente de una botella entre cigarrillos que se consumían sobre la hierba por no calarlos. Se acercaron algunos y me pedían temas, pero no tenía ganas de tocar para ellos. Quería estar tranquilo rodeado de verde con mi guitarra. Un perro se sentó a lado mío y cruzó sus manos como buscando algo de relax dentro de la gran ciudad. Los parques tienen eso en sitios como Madrid, por más que se escuche el ruido de fondo del tránsito, uno logra cierta sensación de calma. Estuve algo así como media hora. Me despedí del perro y caminé por la Gran Vía un poco hasta entrar en un bar. Pedí otra cerveza y unos señores de traje que había allí tomando algo se acercaron hasta mí y me dijeron que tocara algo. Les ofrecí mi guitarra y creo que intentaron balbucear algo Camarón. Me limité a hacer unas palmas y cogí mi guitarra diciendo que llegaba tarde a una cita.
Fue curioso. Siempre había querido tocar en el Metro, pero había algo que no me lo permitía. Fui caminando por las calles mientras tocaba la guitarra e interpretaba unos acordes flamencos para hacer honor al fortuito encuentro que había tenido hacía instantes. La cita era en una estación de Metro frente a un Corte Inglés. Sentí cerca mi sueño de tocar rodeado de gente que pasa sin siquiera mirar o escuchar nada, dado el impersonalismo de las grandes urbes. Me senté en la parte posterior a la entrada y un policía se acercó para decirme que allí no me podía instalar a 'medigar'. Le expliqué que yo no mendigaba y que no estaba allí para sacar pelas. Me miró raro y me dijo que estaba prohibida en ese lugar instalarse a tocar música. Le expliqué que tenía una cita y que estaba esperando una chica. Me indicó que debía ponerme en otro lugar... sólo por llevar una guitarra. Hice caso y me senté en una cristalera del Corte Inglés. Un peatón me dijo que si tocaba me daba unas pesetas. Le dije que el policía de la esquina no me lo permitía mientras sentí por dentro como me hacía crash el pecho por no poder cumplir mi sueño. Pero poco duro el entuerto, porque apareció ella y todo cambió. "¿Te doy unas pelas o nos vamos a tomar algo?" Y nos fuimos a tomar algo, pero no le canté una serenata. Si lo hubiera hecho, no hubiera conseguido una segunda cita...

1 comentario:

Anónimo dijo...

claro que la hubieras conseguido...