domingo, 25 de noviembre de 2007

Los domingos en lo de mi abuela

Los domingos en lo de mi abuela Cristina tenían algo mágico. Recuerdo que alrededor de las ocho y media, nueve de la mañana, tenía la costumbre de poner tangos a todo volúmen para despertar al personal. Aquí cabe aclarar que la familia está compuesta de diez hermanos, algunos de ellos con sus respectivas mujeres, más hijos y demás... En total nos juntábamos alrededor de cincuenta personas y ella para agasajarnos, tenía la costumbre de preparar unos 'bollitos', salados y dulces para todos los gustos. De esa producción en masa hacía tres bollitos más grandes que el resto, los bollitos gordos. Al principio fue uno solo que era exlusivo de mi tío Mateo, pero con el tiempo agregó dos más, uno para mí y otro para mi hermano. Digamos que de alguna manera eramos sus ojitos derechos.
Mis tíos, alrededor de las diez de la mañana comenzaban los preparativos para hacer un asado y mientras tanto llegaba el resto de la familia con sus ensaladas y demás acompañantes para la comida. Pero en sí, la mañana comenzaba realmente por el calor y la tensión que se generaba a las doce del mediodía cuando comenzaban las carreras de coches. En Argentina hay dos bandos, los que son de los coches Ford y los que son de los coches Chevrolet. Al mismo tiempo que se tiene a un piloto favorito. Pues entre tanta familia había para todo, pero lo que sí recuerdo eran la cantidad de gritos y de discusiones que generaban aquellas carreras. La famosa sangre latina, esa que identifica a los campos de fútbol, que desgraciadamente en algunos casos llega a la violencia. Por suerte en mi familia no era así, se discutía y gritaba pero solo para descargar la tensión de la semana. Después, pasado el mediodía, comíamos el asado tranquilamente entre vaciles por el resultado de las carreras, al mismo tiempo que siempre surgía alguna discusión sobre política.
Por costumbre, después de la comida, era casi obligatorio jugar a las cartas. Se hacían varias mesas. Las mujeres a jugar al chinchón, los tíos a jugar al truco (una especie de mus en España) y los primos también al truco pero en mesa a parte. De los que ganaban entre los tíos, se enfrentaban a los que ganaban entre los primos. Alrededor de las cinco de la tarde comenzaban los partidos de fútbol y otra vez las discusiones entre tíos y primos por los resultados, y otra vez algunos gritos sobre las preferencias entre los equipos. Algunos llegaban a discutir tanto que parecía que se estaban enfadando para toda la vida. Pero para las reconciliaciones estaba la cena. Para terminar el día y la semana, se juntaban algunos restos de la comida del mediodía, o algo que se había resevado para la noche y allí comíamos todos en paz y tranquilidad. Si alguien quería seguir discutiendo la abuela paraba los pies a todo el mundo y decía que eso ya había pasado, que había que cenar tranquilos. Y así recuerdo los domingos en lo de mi abuela, con todos lo elementos necesarios para comenzar la semana entrante con ilusión y las pilas recargadas.

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