jueves, 22 de noviembre de 2007

Alberto entendió la palabra traición

Cuando tenía diez años Alberto poco a poco y sin darse cuenta comenzó a hacerse amigo de un grupo de su edad que se dedicaba a hacer trastadas en su barrio. Robaban en las tiendas pequeños artículos en venta, entraban en las casas cuando no había nadie a ver qué podían encontrar para hurtar, espiaban a las vecinas mientras se cambiaban y las asustaban, molestaban a los amigos que querían ponerse a estudiar, pero sobre todo incordiaban en las fiestas barriales cuando los vecinos se juntaban para recaudar dinero para hacer mejoras en parques y alumbrado. En una de esas fiestas, Alberto tuvo por idea cortar la electricidad y de esa forma impedir que la música y la iluminación funcionaran.
Sus amigos estuvieron de acuerdo y después de fraguar un pequeño plan se pusieron manos a la obra. Tres de ellos fueron al centro de la pista de baile y comenzaron a montar el número para llamar la atención. La gente comenzó a entrar en su juego y a hacer palmas para animarles, pero como había otros en el barrio que ya les conocían comenzaron a preguntarse dónde estaría el resto de esa pandilla. Alberto, se acercaba justo por detrás del escenario donde se conectaban todos los cables y cuando se disponían a desenchufar la corriente general... aparecieron los organizadores de la fiesta y les rodearon. Sus amigos salieron corriendo dejando a Alberto solo frente a los responsables del encuentro. Muchas cosas pasaron por su cabeza y muchas más pasarían después para darse cuenta que en las malas compañías la palabra traición era muy recurrente. Desde entonces se juró a sí mismo que nunca más intentaría llamar la atención haciendo trastadas y que cambiaría su conducta para ayudar a los demás en vez de entorpecer sus vidas. Y además tuvo suerte, porque los organizadores de la fiesta comenzaron a invitarle cada año a que ayudara en los preparativos y de esa forma reparar el daño que había hecho. Además, fue y le explicó a sus padres lo que había pasado y también les prometió mejorar para ser mejor hijo. De hecho, aquel año, sacó las mejores notas de su historia como estudiante y comenzó a ayudar en las labores de la casa hasta que se convirtieron en costumbres. Hace poco me lo encontré, que había venido por unos asuntos a España y todavía tiene muy presente aquella historia para cada día intentar ser un poco mejor para sí mismo y para los que lo rodean. Porque según me dijo, "todos tenemos historias que nos marcan en la vida y todos tenemos un derecho a una segunda oportunidad. Que quieras mejorar o no es una cuestión personal. Yo sí lo quise y lo quiero cada día Matt".

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