jueves, 3 de enero de 2008

Entrevista a un Ministro

Corría el año 2000 y hacía relativamente poco tiempo que había llegado a vivir a España. Después de unas cuantas idas y venidas laborales, recalé finalmente en la revista El Economista. El puesto que tenía asignado, obviamente viniendo de Argentina, era el de la sección dedicada a Sudamérica. Coincidió además por aquellas fechas que se celebraba en Madrid un foro iberoamericano de empresas y gobiernos. Así que con la acreditación correspondiente me presenté en un hotel de megalujo. La verdad es que al principio me sentí un tanto confuso, vivía en el pasillo de una casa por quince mil pesetas al mes con otros inmigrantes, pero allí estaba, rodeado de banqueros, hombres de negocios, diputados, ministros, etc. Supongo que tendría la necesidad de explicarles algo, pero también la incapacidad de hacerlo por ser tomado como infiltrado en un club tan selecto. Así que me dediqué a lo mío, mi artículo, llevarme algo de merchandaising para regalar, algo de relaciones públicas y poco más.
En una de las salas, se celebraba una ponencia sobre algo así como la capacidad de exportación de petróleo de los países sudamericanos. Como no había sitio donde sentarse, más allá de las primeras filas, pues fui y me senté. De pronto entró mi jefe y se acercó hasta mí. Me preguntó cómo iba todo y me dijo que si sabía a quién tenía sentado a mi izquierda. Le respondí que bien a la primera pregunta y que no la segunda. Me dijo que era el Ministro de Economía de Méjico. Así que sin dejar que terminase de hablar me giré y le dije al Ministro que si podía hacerle una entrevista. Me dijo que ningún problema pero que debía ser el día siguiente durante el desayuno.
Recuerdo que tenía muy bien preparada la entrevista, y salió muy bien. De hecho la podéis leer pinchando aquí. Pero hoy, con la perspectiva del tiempo, creo que le hubiera preguntado sobre otras cosas. Sobre la responsabilidad que debe tener una persona que maneja el dinero de mucha gente y que está en sus manos que de alguna u otra manera, muchos no mueran de hambre o no les falte atención sanitaria entre otras cosas.
Más que nada porque hay una idea que ronda mi cabeza desde hace varios días y es sobre la capacidad que tenemos los humanos para analizar el pasado, sacar conclusiones y ocurrírsenos ideas que hubieran estado muy bien plasmar en un determinado momento o decirlas a alguien. Pero que de alguna manera y al mismo tiempo, nos es imposible casi analizar en el momento presente y mucho menos pensar con certeza sobre el futuro. Y más que nada por una cuestión darvinista. Somos el resultado de una selección natural y somos nuestra mejor expresión en cada momento. Esto es, que somos lo mejor que podemos ser en cada momento de nuestra realidad, pero cuando nos analizamos mirando hacia el pasado, vemos como no fuimos tan buenos o astutos como pensamos. Y este hecho me conmueve: En todo momento pensamos que somos lo mejor que podemos ser. Aunque después resulte falsa esta afirmación a través de nuestro juicio personal. Pero ahí estamos en la vida, y a modo de metáfora, interpretando un papel dentro de un libro donde no podemos ver las hojas del final para ser mejores y no cometer estupideces, resignándonos a ir simplemente hoja por hoja, e historia tras historia construyendo nuestra propia novela. Con una duda que me asalta por todas partes ¿Yo escribo la propia novela de mi vida o existe algún Dios que la escribe por mí?

No hay comentarios: