miércoles, 26 de diciembre de 2007

El folio en blanco

Sentarse sin destino y sin punto final es como un alma sin conciencia. Las ideas quieren poblar las páginas en blanco. Te veo. Cruzas la calle distraida y no te das cuenta que te saludo. Metes la mano buscando algo en el bolso, pero no sacas nada porque no buscas nada. Hay letras que conquistan espacios como banderas que se plantan después de una guerra por territorios. Camino detrás de tí y refunfuñas en cada paso, algo no va bien. Tal vez te agota lo que piensas. Hace cuarenta segundos que caminamos a la par y miras los cristales como buscando espejos. El folio se enfada, quiere hablar de otra cosa. Pensó que su destino era ser página de una novela donde se desvela un final o portada de un trabajo científico donde se descubre un remedio para alguna enfermedad. Pero quién sabe de su destino. Ni siquiera ella, que camina con la mirada perdida. No sé si decirle que estoy aquí, que si quiere tomamos algo. Pero tampoco me apetece, sé que comienza con unas cervezas y termina sola tomando whiskys. Pateo una lata que hay en el suelo sin pensar, como si pateara un pensamiento. El ruido llama su atención y me mira.
El folio en blanco, ya no es. Acepta lo que escriben sobre él, como calculo todos aceptamos lo que nos escribe la vida. No tengo ganas de hacerte el amor. Tal vez te duela más a tí porque las miradas perdidas tienen eso, reflejan el estado del alma. Es media tarde y se enciende el alumbrado público. No sabes si acercarte a darme un beso mientras caminas en mi dirección. Maldita sea pienso y no sé por qué. "Por más que caminemos por la misma acera, los dos sabemos que no vamos al mismo destino", me dice sin darme el beso. Pienso en responderle con un juego de palabras sobre la cantidad de aceras de hay, pero me quedo callado. El folio tiene otra cara que quedará en blanco. No me llames, le digo mientras pateo por última vez la lata y cruzo la calle. El folio aceptó su destino, aceptemos el nuestro.

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