
Ahora nos plantamos delante de la expendedora de tabaco y un letrero luminoso nos dice dos con treinta por favor. Hemos ganado en buenas costumbres, ahí está el por favor, pero qué puedo opinar yo de una máquina. No le puedo decir a la máquina: qué pena lo de la fórmula uno este fin de semana ¿no? O sea, como decírselo, puedo. Pero no es conveniente si hay gente alrededor. El tema es que de alguna manera estos avances nos están llevando a un punto de no retorno donde en el futuro la sociedad estará dirigida por máquinas y nosotros ¿qué hacemos, de quién opinamos o con quién comentamos los sucesos importantes de la vida como la boda de Sarkozy?
Lo mismo pasa en las gasolineras. Te bajas del coche y una máquina te dice nada más levantar la manguera: "va usted a cargar sin plomo 95". Dios!!! ¿Y si me pongo a jugar qué pasa? ¿Y si levanto la de diesel, la de sin plomo 98, la de gasoleo A todas al mismo tiempo qué mensaje me dice la máquina? "¿va usted a estallar la gasolinera?". Además, cuando colgamos la manguera, nos despide diciendo: "gracias, disfrute usted de su viaje" ¿Y su voy a un funeral? Es que los mensaje que ponen también...
Pero así y todo los humanos nos estamos esforzando por competir contra las máquinas, pero a veces parece todo muy exagerado. Me pasó en un Starbucks, esos locales ultramodernos donde venden café a precio de lingote de oro. La señorita nada más llegar, con ese tono Mac Donald's, me dice:
- Buenos días señor, en qué puedo ayudarle ¿tiene ya una idea de lo que desea o le indico nuestras sugerencias?
- No, está bien solo quiero un café con leche.
- ¿Mediano, grande, extragrande o supergrande?
- ¿Existe supergrande? - le dije a modo de distenderla para que no estuviera todo el tiempo con ese tonito.
- Si señor ¿lo quiere?
- No, está bien, mediano me vale.
- ¿Con vainilla, canela, nata...?
- (Dios, pensé para mis adentros diciéndome que sólo quería un café). No con leche y nada más por favor.
- ¿Cómo se llama? - me preguntó y casi me caigo de culo.
- Matt.
- Vale Matt - y grita con toda la jeta posible a lo largo de la barra y rompiéndo con ese molde de señorita que te atiende bien - ¡¡¡Un café para Matt, mediano y con leche!!!
Es Madrid y se supone que hay cierto individualismo de gran ciudad y cierta despersonalización, pero así y todo la gente se da vuelta y te clava los ojos con una mirada que te dice: Ajá... Matt... así que un mediano eh? Ya sabemos que tomas medianos. Y sin darte tiempo a respirar, la dependienta te dice: tres con cuarenta por favor Matt, nuevamente con toda su jeta. Y ahí es cuando te dan ganas de comerte la barra. No sólo han gritado tu nombre y gustos en público, te han dado una charla infinita para un café con leche, pasan no menos de siete minutos, sino que además te clavan tres con cuarenta por un café con leche ¡¡¡ Cuando una máquina te lo hace sin tanto follón por cuarenta céntimos en veinte segundos!!! Y lo peor es que los pagué.
Así que así estamos en la competencia con las máquinas en este mundo de locos. Con ejemplares como la señorita de Starbucks creo que nos metemos en un tema de competencia deseleal, pero eso es para otro día. Creo que tenemos que buscar un justo equilibrio, donde las máquinas no sean tan amables y los que despachan un servicio no tan rebuscados. Y lo digo yo, que mientras tanto le estoy contado todas estas cosas a una máquina con teclado...
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