
Primero se puso a hablar Antonio, el director de una revista local, y más tarde me acerqué yo. El primer cruce de miradas me hizo entender que era a Georgi a quien iba a ver, aunque me dejaran entrar con la excusa de los actos que allí se realizaron por el día internacional de la lucha contra el SIDA. Ya lo había visto, no sé como explicarlo, pero ya sabía que iba a ver a él. Era el mismo que meses antes estaba en mi mente sentado en la cama de su celda mirando hacia abajo y me decía que no era él, que no era lo que yo buscaba en él. Así y todo, con el paso de los días desde que tuve aquella visión creía firmemente que alguien en esa cárcel quería ajustar cuentas conmigo, aunque yo considero que no tenga que ajustarlas con nadie en ese sitio, mi cabeza así lo creía. No recuerdo bien que nos dijimos al principio, pero cuando quise acordar estábamos hablando de ordenadores y caminando por los patios de la cárcel hacia los estudios de radio que allí tienen.
No sabría explicar bien lo que pasaba por mi mente. Estaba seguro de mí, pero era todo un tanto extraño. Una visión se convertía en realidad. Pero Georgi me mostró otra cosa, me presentó a su hermano, DJ Bobby, que hace música trance y tecno por ordenador, y me orientó en la búsqueda de un programa de edición de sonido. Volvimos caminando por el patio nuevamente y me contó que estaba allí por un delito de ordenadores. No quise preguntar, ni me contó más, pero si pensé que era un desperdicio que un hacker, con lo inteligentes que suelen ser, estuviera preso pudiendo ganarse la vida honradamente en el mundo de la informática. Preferí cambiar el tema y decidí que lo mejor era hablar de cosas positivas. Volvimos a lo de Antonio y le pedimos un pen drive para grabar una entrevista que habían hecho en la radio del penal a inmigrantes. Me sorprendió la amabilidad y la predisposición de Georgi, aunque cuando hablaba con otros internos no tenía el mismo trato que conmigo. Pero esa conducta no me sorprendió porque también la había visto en la calle, en personas supuestamente libres.
La verdad es que no sabía que hacer para devolver la amabilidad con la que me había tratado. Y tampoco sabía como hacer para explicarle lo que estaba viviendo, sobre qué pensaba que me iba a pasar si hablaba con él, mi visión de hacia unos meses y del preconcepto que algunos llevamos de por sí respecto a la gente que pasa un tiempo tras las rejas. Decidí entonces sacar de mi bolsillo un texto que acababa de escribir diez minutos antes de entrar al Dueso, mientras hacía tiempo esperando a Antonio y a Ramón. Georgi me dio las gracias y la guardo en el bolsillo sin siquiera mirar. Yo también preferí que así fuera.
Ahora estoy en casa, todo ha pasado y comprendo esa imagen que me vino a la cabeza hace unos meses. Es Georgi sentado en la cama de su celda con una camiseta blanca mirando hacia abajo, pero no esperándome, sino leyendo:
Los caminos del que es
En realidad no queda nada
la última estrella ya se apagó.
El tiempo es tal vez una excusa
que justifica la existencia
de una causa que sin ser mía; lo es.
Quizás, has existido algún día
mientras existes al mismo tiempo.
Quizás...
Solo somos rastros de un camino
que aún siendo, nunca fue.
Solo así entiendo tu causa,
mi camino y el tuyo.
Solo así entiendo al que es.
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