lunes, 31 de diciembre de 2007

Casualidades o causalidades de la vida



"El aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo"


Proverbio Chino.-





Estaba en Amsterdam. Me dediqué a lo típico que hace un joven de 21 años que va a conocer esa ciudad. Caminar por el barrio rojo, ir a museos, vagar por algún pueblito en busca de molinos de viento mientras comía queso y asombrarme como con esas palabras tan largas que usan se pueden llegar a nombrar las cosas. Me hizo pensar sobre el lenguaje. Es como si la mayoría de nuestras palabras fueran tan largas como impermeabilizaciones, veinte letras para nombrar algo. Me parece exagerado y me lo pareció cuando leía los carteles holandeses. Pero este no es el tema. El tema es que estábamos en un albergue estudiantil y te conocí. No recuerdo tu nombre, pero se que se te había dado por fumar porros y que habías comprado una especie de líquido que al aspirarlo te causaba una risa que duraba unos treinta segundos y que te dejaban tirada en el suelo sin aliento. No quise probar ninguna de las dos cosas. Venía de conocer muchos museos de Europa y me quedaban otros tantos, de alguna manera pensé que si me fumaba un canuto esa información se acomodaría mal en mi cabeza.
Creo que intercambiamos algunas impresiones sobre el viaje y poco más, pero cuando subí al tren de camino a París, ahí estabas, sentada a mi lado por casualidad. No sé cuántas horas estuvimos viajando, pero al terminar el trayecto me dijo lo que todos los que viajan conmigo, que soy fatal compañero de viaje ya que arriba de cualquier medio de transporte duermo sin enterarme de lo que pasa alrededor. Incluso me quedo dormido antes de que despeguen los aviones. Le expliqué que intentaría compensarlo de alguna manera. Decidimos ir al mismo albergue estudiantil de París y recorrimos buena parte de la ciudad juntos. Hasta que una tarde saliendo de la ducha, me encuentro un papel sobre la cama que decía que se había ido. No había dejado teléfonos de contacto ni ningún dato personal. Sólo explicaba que perdía un tren que salía rumbo a Londres y que sentía no poder despedirse personalmente. Me llamó la atención, pero como todo en la vida y con la ilusión de un viaje por delante, olvidé rápidamente.
Años más tarde, una noche de fiesta por Buenos Aires, venía de un pub con Luciano y Andrea camino de mi casa para dormir ya que eran las tantas de la mañana. Me llamó la anteción ver a una chica que intentaba parar un taxi, pero el taxista pasaba de largo y no hacía caso. Me resultó extraño que no pararan los taxis y más aún cuando me acerqué y vi que eras tú, la chica que había conocido en Amsterdam, que después habías aparecido sentada al lado mío en el tren y que en ese momento aparecías parada frente a mi en una ciudad de cerca de diez millones de habitantes. Hablamos poco, nos pusimos al tanto de nuestras vidas mientras tomamos algo. Días más tarde quedamos para intercambiar algunas fotos y volviste a desaparecer de mi vida hasta hoy, que me levanté por la mañana y me puse a leer un artículo en una revista sobre las causalidades y casualidades. Y da la causalidad, que vuelvo a encontrarme contigo, pero esta vez a través de este relato. No lo entiendo, no entiendo que me quieren decir este tipo de causalidades. Tal vez esta sincronización, como llama Jung a este tipo de situaciones, forme parte de los tantos misterios de la vida. Solo sé que tenía que escribirlo porque tal vez alguien de los que me lean tenga que pensar sobre una causalidad o sincronización de la vida y sacar una conclusión. Quizás era solo eso. O quizás era una demostración de que existen las casualidades. Nada más.

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